viernes, 5 de febrero de 2010

La excentricidad lleva un doble nombre: la historia de los hermanos Collyer

Acabo de terminar de ver una película en uno de mis canales favoritos del cable, uno de los pocos por los cuales aún no tiro la toalla, Cinemax. Se ha superado en los últimos años, o quizás es que antes yo no sabía apreciar la clase de cine que pasaban en él... que puede ser también. El punto es que después de ver esta película guiada por mis sanos instintos de alejarme un poco de la PC y prender la caja boba, quedé llena de ideas, tal y como ha ido sucediendo esta mañana. Consideraré el día de hoy muy productivo en cuanto a conocimientos, cosas muy novedosas que he ido compartiendo a través de diversas páginas en las cuales tengo una cuenta y las uso frecuentemente. 

Lo primero que hice apenas acabó la película, fue buscar datos sobre ella en internet, así como suelo hacerlo: datos generales, curiosidades, lectura de críticas, etc. Y así linkeando encontré el caso de dos hermanos muy conocidos en la mítica ciudad de Nueva York, los hermanos Collyer, Homer y Langley Collyer, hijos de un médico ginecólogo y de una cantante de ópera. Provenientes de una acomodada familia inglesa vivían un un edificio de 4 pisos y 12 recámaras en Harlem, un vecindario de grandes casas para gente adinerada; corriendo el año 1909, y siendo los Collyer ya estudiantes de universidad para ese entonces. 
Después de diez años, el padre abandona a su familia, por convertirse Harlem en un barrio marginal de negros, y por no darle eso el prestigio que necesitaba para su carrera de doctor, y en la casa se quedan la madre con sus dos hijos. Para el año 1929, ambos progenitores ya estaban muertos, y los hermanos pasan a heredar todas las posesiones y fortuna de sus padres, pero inicia también el aislamiento de los Collyer para con el mundo real.

                                                      
                                               Langley Collyer 

                                               
                                                                     Homer Collyer         

                       
En 1932, Homer empieza a perder la vista, por lo que Langley se convierte en su fiel lazarillo, pero además de eso, Langley se convierte en una especie de doctor y esperanza para él; confiado en que algún día recuperaría la vista le administraba a su hermano 100 naranjas semanales con la idea de suministrarle suficiente vitamina C, pero además de eso Langley se dedicó a coleccionar todos los periódicos editados en Nueva York diariamente por más de tres décadas y media, lo que nos da un aproximado de 191625 periódicos acumulados en torres y en espacios por todo el edificio. Ese mismo año Homer fue diagnosticado de parálisis, por lo cual tuvo que quedarse en silla de ruedas y al cuidado de su fiel hermano. Langley entonces se dedicó exclusivamente al cuidado de su hermano, por lo que se abandonó a si mismo junto con el contacto a los demás. Los Collyer ya tenían fama de raros, huraños y coleccionadores de objetos. Sumémosle la época en la cual se encontraban, y ya se imaginarán la clase de mitos que se habrán trazado a su nombre. 

Llega 1947 y no se tiene noticia de avistamiento de los Collyer, por lo menos hace una semana así que la gente empieza a creer especulaciones; al transcurso de los días los vecinos ya perciben olores hediondos proveniendo del edificio así que llaman a los bomberos. A la llegada de estos, se les hacía tan díficil la tarea de entrar el edificio, sea por donde sea, puertas, ventanas, todo estaba saturado de objetos que obstruían el paso por doquier, así que la única solución a la vista fue perforar el techo para poder entrar. Después de mucho luchar para caminar por allí, y peor aún, buscar a los individuos, tras 6 horas de ese ajetreo (ya se podrán imaginar la dimensión del caos) lograron encontrar a Homer sentado en su silla, muerto de inanición. El cadáver de su hermano, Langley, fue hallado 18 días después; 18 días después de ir sacando del edificio la pila de cosas halladas y que obstruían el paso. Langley fue hallado debajo de una tira de periódicos, muerto, atrapado, sin salida, tropezando por accidente al momento de darle de comer a su hermano, pues se lo halló aun con el tazón de comida en la mano.

Vista interna del edificio de los Collyer


(*)Del edificio se sacó 14 pianos, un banjo, violines, cornetas, acordeones, un clavicordio, una máquina de rayos X, coches de bebé, comida caducada, arañas de cristal, peladores de patatas, bolas de boliche, frascos con órganos humanos, bustos de escayola, retratos al óleo, paraguas, rastrillos, tres maniquiés, una estufa de kerosene, 250 mil libros de medicina, ingeniería y unos 2 500 de derecho, resortes de camas oxidados, tapices, relojes, tejidos, un gramófono, instrumental quirúrgico, ocho gatos vivos, cuerdas, el arcón de la señora Collyer, bicicletas oxidadas, litros de kerosene , partes de autos, cientos de herramientas y material eléctrico y, hasta un arsenal de armas desde ametralladoras, balas de tanque y hasta lanza granadas- “suficiente armamento como para iniciar una pequeña guerra” -según las palabras del comisionado de policía.

Así acabó la historia. Las colecciones excéntricas de los hermanos Collyer pasaron a convertirse en 103 toneladas de basura, y el viejo edificio en Harlem, pasó a ser derrumbido para construir ahí, el ahora Parque Collyer






3 comentarios:

  1. Te recomiendo la novela de Doctorow, Homer y Langley. Es una muy buena ficción sobre estos hermanos.

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  2. E.L.Doctorow, buen novelista, no sabía que había escrito basándose en ellos. Gracias por el dato.

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  3. hummm valla dops colgaos los hermanos esos

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