sábado, 20 de noviembre de 2010

Más realidad que ciencia ficción

Me he vuelto adicta (entre otras tantas cosas) al bien conocido género de ciencia ficción (de manera literaria o fílmica), que como toda variante artística trae al plano real lo que antes estuvo sólo en la imaginación. Por eso prefiero ese género en especial, junto a la buena literatura de terror, por su máxima creatividad. Me gustan las emociones en el arte, las emociones que le pone el autor que generalmente varía en nuestra interpretación. Me gusta ver una buena película y sentir no que estoy viendo una obra ficcional, sino que soy un espectador(a) de la realidad que ellos viven, con sus propios problemas, sus propios escenarios, y sus propios soundtracks, me gusta ser cómplice de sus aventuras y desventuras, compañera de sus vidas ya no frente a la pantalla, sino frente a mí y frente a mis ojos. Pero el cine es un trabajo audiovisual, y no me da la libertad de recrear nada en mi imaginación porque captura mi atención tanto en mis oídos como en mis ojos, y lo disfruto en su totalidad, pero la literatura es otra cosa, al igual que la radio, que se basó en ella en sus buenos momentos. (Recordar a Orson Welles leyendo la Guerra de los mundos)

Leer nos permite ser autores y ya no sólo espectadores de una realidad ajena pero cercana, porque nos permite crear mundos, personajes, sensaciones, muy a pesar que un autor describa con impecable detalle un lugar, o un personaje, o una acción, la persona leyendo siempre interpretará el papel de director de escena mientras lee e imagina, quizá sea por eso que me apasionan tanto ambas expresiones. La recreación de una misma lectura en la imaginación de cada lector nunca será la misma, siempre tendremos versiones y matices distintos de cada obra y eso la hace muy poderosa.

Yo veo en la literatura un escape, una salida a la realidad, un momento del día en que quiero viajar en un submarino a 20 leguas debajo del mar, o visitar Arkham una vez más, o escuchar el latido de mi corazón entre tanta oscuridad mientras el péndulo desciende sobre mi pecho desnudo. Quiero no sólo acompañar a cada personaje en lo que le toca vivir, sino cooperar a que éste viva mientras mis ojos recorren letra por letra una hoja de papel. Quiero sentir la aventura de la ciencia ficción en mis venas o el terror de Edgar Allan Poe en mi piel, pero quiero que sean parte de mi realidad. Hacer que grandes autores no mueran y sean eternos porque ellos hacen de mi vida un género espectacular.

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